miércoles, 27 de agosto de 2008

Dubai


Dubai es la solución del jeque Al Maktoum al futuro agotamiento de las reservas petrolíferas. El emirato árabe ya no vive del oro negro, reduciendo su dependencia del mismo al 3% de su PIB, sino de las finanzas y de la construcción.


Hoy la capital del emirato es una gran manzana multiplicada por diez. Decenas de rascacielos levantados entre la bolsa de aceite del Golfo Pérsico y el desierto. Los alrededores de la ciudad están conformados por dunas de arena en los que hay carteles que anuncian la próxima fábrica, el siguiente resort o los últimos mol que se van a edificar. Siempre se está construyendo una nueva puerta que, de forma automática, deja obsoleta a la que se hizo unos meses antes. Dubai es el paraíso de los arquitectos, el sueño de los constructores. Los developpers se hacen de oro y, a su calor, llegan ingenierías, bufetes de abogados o representantes de empresas cerámicas poco dispuestos a dejar pasar la oportunidad.


La ciudad compite en rascacielos, en prosperidad económica y en sociedad multicultural con la propia Nueva York. Pero aún le falta alma. No tiene a Frank Sinatra que la cante, una banda de gánsteres como las que asolaron a la capital neoyorquina de los treinta a los ochenta, carece de aquellos boxeadores que salían del barrio para acabar con el cinturón de campeón de los pesos pesados y, por supuesto, carece de una industria cinematográfica que la eleve a los altares; no tiene su King Kong sobre el Burj Al Arab o el Woody Allen de turno que la idolatre. No están los New York Knicks y, hasta la fecha, los espectáculos deportivos más entretenidos se encuentran en los hipódromos y en la pista de esquí artificial del Emirates Mall. Su Central Park está en Knowledge City pero hace demasiado calor para salir a pasear, echarse un partido de béisbol o encontrarse a Calista Flockhart haciendo footing.


Todo está en construcción en Dubai; hasta sus propias entrañas

martes, 26 de agosto de 2008

El error de Saakasvili


Rusia ha reconocido a Osetia del Sur y Abajasia. A lo que se ve, los efectos colaterales de la independencia de Kosovo han saltado a luz antes de lo previsto. ¿A qué mundo nos dirigimos?, ¿cuáles son las reglas del juego en el nuevo escenario internacional?, ¿qué ha significado el reconocimiento de este nuevo país de mayoría albanesa?, ¿hay un nuevo escenario internacional?... Son muchas las preguntas y poca la perspectiva que tenemos para responderlas.

Está claro que esas provincias pertenecían a Georgia pero, dada su delicada situación, y el sentir pro-ruso de la mayoría de sus ciudadanos, la acción del ejército georgiano cabría de definirla como de arriesgada. Volvemos a Kosovo; Serbia fue bombardeada por la OTAN por tratar de llevar el “orden” a una provincia que le pertenecía en buena lid.

Es una pena no saber hablar ruso. Unos amigos kazajos me hablan de los peligrosísimos discursos, de corte nacionalista lindando con el fascismo del presidente Saakasvili. Shevardnadze, ex presidente de Georgia, y ministro de Exteriores en el último periodo de la URSS, ha comentado que “Saakasvili tendrá que responder ante el pueblo georgiano”. Es cierto, pero debería responder también ante el mundo entero, dado que ha pretendido involucrarnos en una guerra de dimensiones desconocidas.

¿Acaso no podía prever la reacción rusa el presidente georgiano?, ¿pretendía el apoyo de los EE.UU y que se desencadenara una nueva guerra mundial? Saakasvili ha ido de farol, y le han pillado. Su compañero de partida, Bush, le hizo señal de que envidara a grande y él se ha tirado un órdago. La pareja Putin- Medvedev le ha cazado y ahora, o pierden la partida, o los rusos se llevan dos; Osetia y Abajasia.

El juego de Saakasvili ha sido más propio del siglo XX que del XXI. Ha buscado internacionalizar un conflicto del modo que lo hizo el asesinato de Francisco Fernando en 1914. Lo va a pagar su joven nación, la misma que vio nacer a Stalin y Beria, que ve alejada política, territorial y sentimentalmente a dos de sus regiones.

El cálculo del presidente georgiano ha sido nefasto porque, tal y como me dijo una veterana escocesa que estuvo en la Malvinas, otra guerra mundial es “simply imposible”. Con el nivel armamentístico de hoy, sería el fin del mundo.

Balmoral

Loquillo ha vuelto este año sin su banda de rock and roll, aquella de la que tanto presumía en la mítica “Ritmo del Garaje”; Los Trogloditas. Ha sacado en 2008 un álbum titulado “Balmoral” al que los críticos musicales han puesto, en general, bien o bastante bien. Me lo creo, es un profesional de esto y seguro que se ha rodeado de un gran equipo de músicos y compositores para encarar esta nueva etapa de su carrera.

Sin embargo muchos de sus fans no han comprado el disco. No solo porque ahora uno se lo baja y santas Pascuas o por el lógico descenso de la clientela tras treinta años en la brecha, sino también porque que lleva tres décadas vendiendo fidelidad a sus orígenes, amigos y a los miembros de una banda que fue grande.
En este 2008, año en el que Loquillo ha traicionado definitivamente a Los Trogloditas, al igual que antes lo hizo con el rock and roll jugando a ser una especie de cantautor o moderno mecenas de poetas. Ahora pretende ser un crooner robándole cuota de mercado a su querido Jaime Urrutia, antiguo vocalista de Gabinete Caligari.
Está en su derecho como artista de reinventarse, luchar por un hueco en la industria o querer mantener un determinado nivel de vida e ingresos. También lo estamos quienes hemos decidido dejar de comprar sus discos o, simplemente, de escucharle cuando le pinchan por la radio.

Me quedo con Los Rebeldes; sin la fama ni la aureola de la que gozaron tanto como el propio Loquillo, siguen haciendo lo que saben, rock and roll cincuentero, tocando en las pequeñas plazas de los pueblos las mismas canciones que un día tocaron en polideportivos, campos de fútbol o plazas de toros. Los Rebeldes, que sacan nuevo disco la semana que viene, en una compañía enanísima, son el gran ejemplo para los que ya no creemos en el rock and roll.